Ecos en Santa Cruz
Como en estos últimos años –¡y ya van diez!–,
en vísperas del primer domingo de octubre se han celebrado en
Santa Cruz de Moya (serranía de Cuenca) las jornadas sobre el
maquis que con el subtítulo de «Memoria histórica viva» han ido
convirtiendo, en efecto, a este pueblo conquense y hermano en un
referente nacional. No sólo bebe Santa Cruz las aguas del Turia,
que estos días bajaban rubicundas, sino que, además, lo
turolense ha vuelto a ocupar espacio en el programa y en los
debates. El sábado por la mañana, con los cuatro salones llenos,
se presentaron en paralelo diversas ponencias. A primera hora
había intervenido Mª José Casaus, actual directora de
nuestro Archivo Histórico; a media mañana pude escuchar a
Gaudioso Sánchez Brun, que había exprimido los anales
turolenses del Movimiento. Su exposición, tejida con las
sugerentes cartas de falangistas y cargos orgánicos, puso de
manifiesto la extrema complejidad del primer franquismo
turolense, dividido entre germanófilos entusiastas y burgueses
cautelosos, cuando no cobardes. El pavor y la fugacidad de los
Gobernadores Civiles delataban un estado latente de guerra
civil, que de hecho aquí se prolongó diez años más allá de la
primavera del 39, con la guerrilla inquietando caminos,
despachos y poltronas. Las anécdotas extraídas por el
investigador de aquellas misivas timoratas o cínicas ponen de
manifiesto una vez más que el «fuego amigo» es la más mortífera
de las armas conocidas. Todo esto, claro, hasta que llegó
Pizarro Cenjor, encargado ante la Historia de firmar el
último y doloroso parte de guerra en Teruel. De imponer el
silencio. Creo que la pesada sombra de esos años –sus zozobras
sinceras y sus casposos aspavientos– se prolonga hasta el
presente, y quizá explica algunas cosas de ahora.
Pronto podremos leer íntegra la ponencia de
Gaudioso en la web de La Gavilla Verde (www.lagavillaverde.org).
Mientras tanto, que esta crónica volandera sirva de
agradecimiento al pueblo conquense y hermano cuya vega bañan
también las aguas del Turia. Admirable Santa Cruz de Moya.
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Entreacto
Ayer dediqué el faldón a las recientes
Jornadas celebradas en Santa Cruz de Moya, limitándome a alguno
de sus contenidos turolenses. No hablé de lo demás, que fue
mucho; ni hablé de la riqueza de las conversaciones en los
entreactos, cuando saludas a este o al otro, y (re)conoces al de
más allá. En estos años he visto en Santa Cruz cámaras de
televisiones extranjeras tras la huella de los guerrilleros, y
viejos combatientes abrazándose después de los exilios (pienso
en Florián García y José Manuel Montorio, Grande y
Chaval, ahora ya los dos muertos), y la tenacidad de los
investigadores (merece que lo mencione Salvador Cava,
modelo de compromiso tan indesmayable como clarividente); y la
puerta abierta, qué remedio, a los vivales, esos que van por
allí a husmear, hacer algún contacto, trapichear con la historia
y sus protagonistas como quien cambia cromos a la hora del
recreo, o echar una foto a escondidas para publicarla luego como
una exclusiva mundial, arduamente lograda. Ahí no incluyo, por
supuesto, a José María Azkárraga, cuyas magníficas y
generosas instantáneas constituyen una de las referencias de las
Jornadas desde su arranque.
Entre los asiduos, Diego Carcedo. Un
día, asistiendo a una convención de técnicos de la Unión Europea
en Tenerife se enteró de la apertura de las jornadas esa misma
tarde en un ignoto pueblo de la serranía conquense y de
inmediato cogió un avión a Madrid, se compró una camisa en el
aeropuerto y siguió hasta Santa Cruz fatigando las tediosas
carreteras. Este año moderaba en las Jornadas una mesa sobre
periodismo y memoria, pero un rato después desandaba el trecho
de asfalto y cielo, camino de Bulgaria. Diez minutos de charla
con Diego Carcedo dan de sí. «Se viene abajo la prensa
convencional», me avisó, «tiene los días contados». Y yo pensé,
triste vanidad, en estos inútiles faldones. También en que cada
año sobre estas fechas he escrito de Santa Cruz de Moya, que
seguirá tan cerca aunque ya pronto no podamos celebrarlo sobre
el agónico papel de los periódicos. |