Al llegar el otoño
iremos paseando
entre los robles
en silencio,
codo a codo,
mano a mano.
Andaremos el camino
de nuestros padres,
cuando iban a segar
el trigo del niño,
la hierba y la paja
del caballo de tiro.
E iban explorando
a finales de verano
las torres del cielo,
que no venga granizo
y nos eche a perder
la cosecha del año. |
Con la cabeza erguida
y el corazón encogido
pensaban en el largo
y crudo invierno,
en la rebanada de pan
con miel de romero.
En el vaso de leche
de la cabra coja,
la de orejas cortas
y patitas de nieve,
el desayuno diario
y la cena del niño.
La leche con miel
y el pan amasado
por manos cortas,
fuertes y anchas,
manos tiernas,
manos de madre. |
Manos campesinas
quemadas de sol,
de tierra y de luna,
cubiertas de callos,
abiertas de heridas
que te dan la vida.
Manos que ordeñan
la oveja y la cabra,
que hacen el queso
cuajando la leche
con los estambres
de la alcachofa.
Manos de una madre
que amasa el pan
fermentado con amor,
pan horneado con leña,
cortada por el hacha
del roble y la encina.
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