El continuo encuentro con el otro
José Saramago
Dulce Chacón ha
muerto, y uno se pregunta por qué. Estaba en lo que suele llamarse la
fuerza de la vida, 49 años cumplidos, una niña, casi dan ganas de decir.
Libros escritos y publicados, otros esperando su turno, un raro sentido
de dignidad profesional, la clara conciencia de que la existencia no es
un simple pasarlo bien, que hay imperativos éticos ante los que no
podemos (aunque tantos otros lo hagan) volver la cara.
Dulce Chacón no ha vuelto la cara a nada. Escribir, para ella, era
ahondar en el complejo mundo de las relaciones humanas, del amor, de la
amistad, de esa especie de comunión sagrada que es el continuo encuentro
con el otro, cuando no hay más verdad en las palabras que decir: "Yo soy
aquel que eres".
Seguiremos leyendo sus libros y no olvidaremos su sonrisa, ese amanecer
lento con que sus labios se abrían para que saliera el sol. Dulce era
luminosa y se apagó. Pero, si no ha podido vencer a la muerte, tampoco
la muerte la ha vencido a ella. Sólo los que han conocido bien a Dulce
Chacón pueden comprender qué significa esto. |