CARTA ABIERTA AL SR CROS Y AL SR
ALFREDO, TODAVÍA ALCALDE Y SECRETARIO DEL AYUNTAMIENTO DE MONROYO
17 de Maig de 2007.
Gracias, Sr. Cros y Sr.
Alfredo, por fin lo han conseguido.
Esta mañana, eran las nueve y
cuarto, cuando, como muchos días durante estos
últimos años, estaba trabajando en los documentos
sobre la exhumación que todavía no hemos podido
empezar a realizar en el cementerio de Monroyo,
cuando ha sonado el teléfono.
Era mi amigo Jordi Call, sí, el
que realizó aquel cortometraje desgarrador, “Las
últimas horas”.
¡¡¡Marina ha muerto!!!
Sí, Sr. Cros y Sr. Alfredo,
¡Marina ha muerto! ¿Se acuerdan de Marina?
Marina era aquella joven luchadora que vio a su
madre, por casualidad y, por última vez, en
Alcañiz; a su madre que iba entre dos guardias
civiles, en el otoño de 1947. La habían sacado
de la cárcel y la llevaban quizá hacia uno de
aquellos interrogatorios. La pareja, sin duda
“de buen corazón”, dejó que aquella madre y
aquella hija se abrazaran por última vez.
Sí, Sr. Cros y Sr. Alfredo,
¡Marina ha muerto! Marina era aquella viejecita
que, llena de coraje, acudió a La Gavilla Verde:
“Quiero encontrar a mi madre. Desde aquel día en
que le di el último abrazo no la he vuelto a
ver. Estoy segura que está en el cementerio de
Monroyo. Me lo dijo Fermín, el taxista de
Monroyo, un día en que me llevó de Barcelona a
la Ginebrosa”.
Sí, Sr. Cros y Sr. Alfredo,
¡Marina ha muerto!, Marina era aquella viejecita
a la que conocí, hace casi tres años, en
Aguaviva. Caminaba yo por la calle, en su busca,
cuando vi, de espaldas, una pareja de
viejecitos, camino de la residencia donde
vivían. No la había visto nunca; la llamé, se
giró y grito: “¡Adolfo!” Fuimos el uno hacia el
otro, como si toda una vida nos hubiéramos
estado esperando. Nos abrazamos como si de una
madre y su hijo se tratara.
Sí, Sr. Cros y Sr. Alfredo,
¡Marina ha muerto! Marina era aquella viejecita
que me decía en su chapurreao “Adolfo, què
escric a la làpida que hem de preparar per a la
meva mare? Així ho faré, posaré el que tu has
posat per a la del teu pare: QUE EL EJEMPLO DE
SU VIDA Y DE SU MUERTE AUMENTE EN NOSOTROS LOS
DESEOS DE LIBERTAD, JUSTICIA Y SOLIDARIDAD”.
Sí, Sr. Cros y Sr. Alfredo. ¡Marina ha muerto! Marina
es esta viejecita de ochenta y cuatro años que acaba de morir sin ver
cumplido su sueño de enterrar los restos de su madre en la Ginebrosa, su
pueblo, porque ustedes se han negado a dar el permiso a las familias del
grupo de desaparecidos de Monroyo, a nuestro equipo de exhumación, a La
Gavilla Verde, para entrar al cementerio de Monroyo. Como si fuera una
propiedad vuestra, sin hacer acaso a nadie, ni aun al Justicia de
Aragón.
Por eso, esta mañana, he corrido al tanatorio.
He podido contemplar su cara blanca que me ha
recordado la luna de nuestros montes que iluminaba las noches de lucha
de aquellos hombres justos.
He podido contemplar su cara blanca que me ha
recordado la luna de Alcañiz y de Monroyo que se tapaba la cara entre
las nubes para no ver aquel cruel asesinato de la noche del once de
Noviembre de 1947.
He contemplado su cara blanca que me ha recordado la
luna de Monroyo que por las noches ilumina la vieja tumba del
cementerio, llamando a las familias y animándolas a recuperar a los
suyos.
Sr. Cros y Sr. Alfredo ¡Marina ha muerto! Marina es
esa viejecita que me ha empujado hasta el libro de firmas del tanatorio
y me ha animado a escribirle con lágrimas de rabia, de esperanza y de
amor:
Marina, descansa en pau. No pararem
fins que les restes de la teva mare descansin al cementeri de La
Ginebrosa. T'estimem.
Adolfo Pastor Monleón.
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