“HOY ME HE DERRUMBADO POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA”

 

 

RAFEL MONTANER | Valencia | 25 de marzo de 2010

El hijo de uno de los “ocho de Benagéber” cree haber identificado a su padre durante la exhumación por la prótesis dental de uno de los cráneos

“Hoy me he derrumbado por primera vez en mi vida. El corazón me iba a 100 por hora, pero estoy contento porque tengo 70 años y he conseguido encontrar en vida los restos de mi padre”. Decía ayer con lágrimas en los ojos José Martínez tras creer haber identificado a su padre durante la exhumación de los restos de la primera fosa común de la dictadura que se excava en la Comunitat Valenciana.

José es uno de los familiares que impulsan la exhumación de los ocho de Benagéber, tres guerrilleros, un punto de apoyo y cinco trabajadores del pantano muertos ahora hace 63 años en una operación de castigo de la Guardia Civil contra la Agrupación Guerrillera de Levante (AGLA).

Aunque deberá esperar un año a que el grupo de arqueología forense Paleolab que dirige la excavación concluya las pruebas de ADN y los análisis antropológicos que confirmen al 100 la identidad de los restos de las ocho víctimas de la dictadura exhumadas ayer en el cementerio municipal de Benagéber, José creyó identificar a su padre por los dientes postizos de uno de los cráneos y por coincidir el hueco de la dentadura con una prótesis que ha guardado durante más de 60 años. No obstante, al haber dos cráneos con los dientes de oro y plata que se utilizaban hace varias décadas, deberá esperar a que el ADN ratifique su intuición.

Él era sólo un niño de siete años cuando tal día como hoy pero de 1947 su vida se volvió un infierno. Sus padres, Santiago Martínez y Paquita Montes, eran el punto de apoyo del maquis en la aldea de Nieva -actual Benagéber- donde el Jefe del 11 Sector de la AGLA, Florián García, Grande, decidió ocultar a uno de sus lugartenientes, el malagueño Antonio Gan, Cubano, herido de bala en la espinilla tras una refriega con la Guardia Civil. Le acompañaba Manuel Torres, Practicante, un guerrillero de Vilches (Jaén) que se encargaba de curar a los heridos.

“La noche del 24 de marzo -recuerda - vinieron a casa Grande y el Practicante y le dijeron a mi padre que tenía que esconder a un herido”. En la vivienda, una estancia de una habitación, vivían el matrimonio con sus tres niños de 13, 7 y 3 años. “Un vecino vio como traían al herido en camilla y nos delató a la Guardia Civil”, cuenta. “A la mañana siguiente, estaba jugando en la calle cuando vi como más de 100 agentes empezaban a rodear la casa”. José entró corriendo y avisó a su madre, quien con la ayuda de Practicante tuvo tiempo de esconder al herido, que no podía andar, en una habitación de cañizo que estaba fuera de la casa “porque si lo hubieran encontrado dentro nos matan a todos”.

“Se llevaron a mi madre y a mi hermano mayor, mientras que a mi padre, que estaba trabajando, también lo detuvieron”. José recuerda que cuando encontraron al Cubano “a mi hermano de 3 años y a mi, nos pusieron contra un colchón, y a continuación lo acribillaron a tiros con una ráfaga de metralleta”. Estaba desarmado y no se podía mover. Luego vio también el cuerpo cosido a balazos del Practicante, quien había tratado de huir en vano.

“La muerte del colador”
Las torturas a la que fueron sometidos sus padres desencadenó la detención de 23 personas sospechosas de colaborar con el maquis entre los trabajadores del pantano y sus mujeres. Cinco de los apresados, entre ellos el padre de José, fueron asesinados tras ser utilizados como “escudos humanos” en el asalto frustrado a un campamento guerrillero el 27 de marzo en el que murió un maquis. “A mi madre le dejaron ver el cuerpo y contó hasta 21 agujeros de bala, uno de ellos en la cabeza”, añade José, quien dice que fue la “muerte del colador”.

Miguel Garrido, hijo de Salvador Garrido, otro de los “escudos humanos”, también estaba emocionado: “Hoy es un día para mi muy grande, aunque sea triste. Porque no se trata de abrir ninguna herida, sino de cerrarla, porque por fin voy a poder enterrar a mi padre junto a mi madre, que es lo único que pretendo, nada más”.

Heridas por arma de fuego y fracturas por golpes antes de morir.

La exhumación de los “ocho de Benagéber”, que comenzó el 1 de marzo, culminó ayer. La excavación corre a cargo del único grupo equipo valenciano especializado en arqueología forense, el grupo Paleolab. La directora de este proyecto subvencionado por el Ministerio de la Presidencia, Eva Cruz, explicó que todos “presentan lesiones por arma de fuego y fracturas compatibles con golpes con violencia producidos antes de la muerte”. La intervención ha sido solicitada por los hijos de tres de los detenidos y ejecutados extrajudicialmente, -Salvador Garrido, Clemente Alcorisa y Santiago Martínez- y por descendientes del guerrillero Antonio Gan, y cuenta con el respaldo de las asociaciones memorialistas La Gavilla Verde y el Grupo por la Recuperación de la Memoria Histórica (GRMH) y con la autorización del Ayuntamiento de Benagéber. Sin embargo la familia del maquis Manuel Torres Hervás rechaza la exhumación y anuncia acciones judiciales.

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