RAFEL
MONTANER | Valencia | Martes 09 de noviembre de 2010 |
Siete de los nueve represaliados a los que se les aplicó la “ley de fugas” tienen tiros en el occipital
“Fue una ejecución en toda regla”. Esta es la
conclusión a la que ha llegado el antropólogo forense Manuel
Polo, el director del grupo Paleolab tras analizar durante cinco
meses los 9 esqueletos que este equipo exhumó de la fosa común
del cementerio parroquial de Albalat de Tarongers. Polo ha
liderado las excavaciones de las dos primeras fosas de la
dictadura que se abren en la Comunitat Valenciana, ésta del Camp
de Morvedre y otra del cementerio municipal de Benagéber, en la
que yacían tres guerrilleros y cuatro trabajadores de las obras
del pantano y un pastor de este municipio de la Serranía.
El drama de los Ocho de Benagéber comenzó el
26 de marzo de 1947, cuando la Guardia Civil irrumpía tras un
chivatazo en una casa de este municipio donde se refugiaban dos guerrilleros, a
los que mataron en el acto. Los guardias se llevaron al pastor que
los acogía a la colonia del pantano, donde había hasta tres
cuarteles que vigilaban las obras. Allí comenzaron las
palizas y torturas que desencadenaron una cascada de
hasta 30 detenciones entre los trabajadores de la
colonia.
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Al día siguiente, la Benemérita se llevó
fuertemente atados al pastor y a otros cuatro obreros. Los cinco
fueron asesinados por las fuerzas franquistas tras ser
utilizadas como escudos humanos en el frustrado asalto a un
campamento del maquis. Todos los guerrilleros escaparon menos
uno, que cayó en la refriega.
En el caso Albalat se trata de nueve
personas, entre ellas un padre y su hijo, detenidas por la
Guardia Civil en Manzanera (Teruel) y su comarca entre el 12 y
el 14 de marzo de 1947 por supuestamente colaborar con la
guerrilla. Tras ser torturados, fueron abatidos junto a la
carretera de Segart el día 15 de marzo cuando supuestamente
intentaron escapar durante su traslado a Valencia para declarar
ante el juez.
Polo, que presentó ayer en el Aula magna de
la Universitat las primeras conclusiones sobre el informe
arqueológico forense de ambas exhumaciones, explicó que en
Albalat “siete de los 9 esqueletos exhumados presentan heridas
de bala en el cráneo compatibles con una ejecución por
fusilamiento”.
Estas lesiones craneales “son
topográficamente iguales” ya que “en todos los casos se trata de
tiros efectuados en el occipital izquierdo, de atrás a
adelante”, y con orificio de salida en la parte frontal de la
cabeza. Unas lesiones “típicas de muerte por ejecución que hacen
difícil pensar que fuera una fuga”. Además, tres de los cuerpos
tienen “lesiones por arma de fuego en la rodilla para
inmovilizarlos y evitar que se pudieran escapar” antes de
pegarles el tiro en la parte posterior de la cabeza.
En Benagéber, todos los esqueletos menos uno
presentan también lesiones de bala en el cráneo, y dos de ellos
traumatismos severos como fractura de fémur y tibia, lesiones
según el forense “compatibles con enfrentamiento”.
Identifican a 14 de los 17 restos
Las pruebas de ADN han permitido identificar a cuatro de los
Ocho de Benágeber y a seis de los restos de Albalat. Los
análisis antropológicos de los huesos han posibilitado además
dar nombre a los otros tres cuerpos de Albalat y a uno de
Benagéber. No se ha podido identifica a tres restos de esta
última fosa “por falta de cotejo biológico, pues en un caso no
se han localizado a familiares, en otro no queda ningún
descendiente válido para obtener muestras de ADN y una familia
se ha negado a que se realizara la exhumación”.
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