Rafel
Montaner | Valencia | Domingo 14 de septiembre de 2008 |
Torturas, palizas, tiros en la nunca... La historia se
escribió con sangre en Benagéber los días 26 y 27 de marzo de
1947. Las huellas del brutal golpe que asestó la Guardia Civil a
la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) están
enterradas en cuatro fosas comunes de su cementerio. Allí yacen
los cuerpos de tres guerrilleros y cinco personas detenidas por
colaborar con el maquis que fueron torturadas y asesinadas por
las fuerzas franquistas
La operación que la Guardia Civil lanzó los días 26 y 27 de marzo
en Benagéber contra la Agrupación Guerrillera de Levante y
Aragón (AGLA) puso contra las cuerdas a esta organización del
PCE que dirigía Santiago Carrillo desde su exilio en Francia.
Los maquis perdieron la importante red de apoyo que tenían entre
los trabajadores de las obras del pantano, que les abastecía de
explosivos, y se vieron obligados a abandonar el campamento de
Valdesierra, su principal centro de operaciones.
“El episodio de Benagéber fue un momento
critico, que llevó a los guerrilleros a debatir si lo
abandonaban todo o seguían adelante”, explica el historiador
Salvador Fernández Cava. Este experto en el AGLA cuenta que los
maquis tuvieron que retirarse a los Montes Universales, en
Teruel, y enviar un enlace a Francia para dar a conocer al PCE
la situación en que se habían quedado. “El partido les envió más
guerrilleros, armas y dinero, y aguantaron hasta 1952”, cuenta
antes de añadir que Carrillo tenía mucho interés en mantener
operativa la Guerrilla de Levante, “pues quería que fuera el
modelo a seguir para todas las demás agrupaciones”.
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Desde Valdesierra, el mítico guerrillero
Florián García, Grande, dirigía el grupo más activo del AGLA.
Acumulaba en esa época más fuerzas que nunca, alrededor de 50
hombres, ya que se le habían sumado los maquis del sector V de
Cuenca tras ser la detención de su jefe.
El gobernador, en el punto de mira
Conscientes de su fuerza, en enero de 1947,
intentaron matar en una emboscada en Losa del Obispo al
mismísimo Gobernador Civil de Valencia y jefe provincial de
Falange, Ramón Laporta, cuando se dirigía a inaugurar el cuartel
de la Guardia Civil en Villar del Arzobispo. La arriesgada
operación fracasó al tomar la comitiva otro camino para llegar
al Villar.
Entonces, decidieron entrar Losa y asaltar su
pequeño cuartel. En la tarde del domingo 26 de enero, unos 30
maquis tomaron el pueblo, que en aquel momento tenía 600
habitantes. El objetivo era incautarse de provisiones, armas y
“demostrar que eran capaces de enfrentarse con la Guardia Civil
en una acción militar”, relata Fernández Cava.
Acabó en un baño de sangre. Al entrar en un
bar donde la gente estaba jugándose dinero a las cartas, un
guerrillero apretó el gatillo de su ametralladora al creer que
un hombre que estaba guardándose sus monedas en el bolsillo iba
a sacar una pistola. La ráfaga mató a cinco personas. El asalto
al cuartelillo también fue un sangriento fracaso ya que al
entrar en él a tiro limpió mataron a la mujer y al hijo del
cabo, un niño de apenas 11 años. Los guardias, que estaban
apostados dentro, repelieron el ataque.
Tras los fiascos, llegó el golpe más audaz. A
principios de marzo, cuatro grupos de 10 guerrilleros cada uno,
con los explosivos que habían conseguido de las obras del
pantano, hicieron estallar simultáneamente bombas en las vías
del tren en Puçol, el Rebollar, Moixent y Sarrión, con el fin de
dejar aislada a Valencia por ferrocarril.
La cuadrilla de Pepe Dominguín
La siguiente acción, un control en la
carretera de Madrid, a la altura del barranco Rubio del
Rebollar, fue el principio del drama de Benagéber. Era la
víspera de Fallas y lograron retener a decenas de vehículos,
entre ellos al de la cuadrilla del torero Pepe Dominguín, que
cerraba la última corrida de la feria de San José. El azar quiso
que en el remolque de uno de los camiones que detuvieron
viajaran dos guardias que iban a Valencia.
Tras el Alto a la Guardia Civil se inicio un
tiroteo en el que murió un agente, pero el otro logro escapar y
pedir refuerzos en el puesto de Requena. “Grande ordenó
desmantelar el control, pero el jefe de uno de los grupos,
Antonio Gan Vargas , el Cubano, prefirió continuar allí”,
explica Fernández Cava. La bravuconada le costó un tiro en la
espinilla. Curar al herido en las precarias condiciones en las
que vivían era complicado, por lo que al cabo de una semana
decidieron evacuarlo a un lugar seguro para que guardara reposo.
El sitio elegido fue un punto de apoyo de Nieva, una aldea de
Benagéber, al que conocían como Casa Paquita.
Apenas 24 horas en Casa Paquita
En esta humilde casa de una habitación vivían
Paquita Montes y su marido, Santiago Martínez, junto a sus tres
hijos. El Cubano llegó allí acompañado por otro maquis, Manuel
Torres, el Practicante, un barbero de origen andaluz metido a
guerrillero que se encargaba de curar a los heridos.
Apenas estuvieron allí 24 horas. Un vecino
los delató a la Guardia Civil y a primera hora del 26 de marzo
las fuerzas de seguridad irrumpían en Casa Paquita matando a los
dos guerrilleros de sendos tiros en la cabeza. Los guardias se
llevaron a Paquita y Santiago a la colonia del pantano, donde
había hasta tres cuarteles que vigilaban las obras. Allí
comenzaron las palizas y torturas que desencadenaron una cascada
de hasta 30 detenciones entre los trabajadores de la colonia y
sus mujeres que desmanteló por completo la red de apoyo de
Benagéber.
Al día siguiente, la Guardia Civil se llevó
fuertemente atados a Santiago y a otros cuatro de los obreros
detenidos: Clemente Alcorisa, Salvador Garrido, José Martínez y
Juan Luján. Los cinco fueron asesinados por las fuerzas
franquistas tras ser utilizadas como escudos humanos en el
asalto a Valdesierra. El ataque fracaso, todos los guerrilleros
lograron escapar menos uno, Daniel Cortes, que murió en la
refriega.
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