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Nació en Noguera de Albarracín (Teruel), el 2 de
Marzo de 1916.
Era soltero cuando desapareció, en el año 1943, de su
pueblo. Se incorporó a la guerrilla en 1947, en el 5º sector del AGLA
Su alias era "Manolo" y, aunque algunos han dicho que
murió en Huélamo, fue en Valsalobre (Cuenca) el 29-7-1948 al caer herido
en un enfrentamiento con la Guardia Civil. Fue rematado allí mismo,
abandonado y posteriormente enterrado en el cementerio de Beteta, de
donde será exhumado en fechas próximas y enterrado en el cementerio de
Noguera de Albarracín.
La investigación, preparativos de la exhumación y
posterior inhumación los ha llevado a cabo su sobrino nieto, Carlos
Morón, con la colaboración y apoyo de la Gavilla Verde. |
El último viaje del maqui
Manolo, el guerrillero de Noguera de Albarracín.
Luis Rajadel (Heraldo de Aragón)
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La familia de este guerrillero de Noguera de
Albarracín, muerto en 1948 en Cuenca, se dispone a trasladar el cadáver
a su pueblo natal.
El rastro de Narciso Morón, un maqui nacido en
Noguera de Albarracín, se pierde por completo en 1946, cuando tenía 32
años. Operaba en el entorno de su pueblo natal y mantuvo entonces los
últimos contactos con su familia, “siempre de forma muy discreta para no
comprometer a nadie”, como explica un pariente. Se había incorporado a
la Agrupación Guerrillera del Levante y Aragón (AGLA) con el pseudónimo
de Manolo. Medio siglo después de que desapareciera sin dejar rastro, su
sobrino-nieto Carlos Morón ha localizado su tumba, olvidada en un rincón
del cementerio de Beteta (Cuenca), y se dispone a exhumar el cadáver
para darle sepultura en Noguera.
A finales de los años cuarenta del siglo pasado,
llegó al pueblo el rumor de que Manolo había muerto en una cueva de
Cuenca en un enfrentamiento con la Guardia Civil. Aquella historia, que
nunca se vio confirmada por una comunicación oficial, era verídica sólo
en parte. Lo cierto es que, tras sufrir un accidente y quedar malherido
cuando era acosado por las fuerzas de seguridad, fue rematado en el
suelo cerca de la covacha donde se refugiaba, en Valsalobre (Cuenca). Su
cuerpo fue traslado a la vecina Beteta y sepultado en un rincón del
cementerio.
Las próximas navidades, la familia con el apoyo de la
asociación La Gavilla Verde –con sede en Santa Cruz de Moya (Cuenca) y
dedicada a investigar el maquis– desenterrará los restos de Manolo, los
someterá a la prueba del ADN para confirmar la identificación y los
trasladará a un nicho del cementerio de Noguera que ya ha sido cedido
por el Ayuntamiento. Carlos, que ha investigado durante dos años el
destino de su tío abuelo, explica que aclarar qué fue de él y enterrar
el cadáver en el pueblo donde nació es "una deuda" que tiene con su
abuelo Manuel, “que vivió siempre con la espina clavada de no saber la
suerte que corrió su hermano. Murió en enero y, desgraciadamente, no
podrá ver hecha realidad la que hubiera sido su gran satisfacción,
recuperar el cuerpo de Narciso y llevarlo al pueblo”.
Una información aparecida en un libro sobre el maquis
de la historiadora Fernanda Romeu fue la pista que sirvió de punto de
arranque a la investigación. Carlos ha realizado desde entonces miles de
kilómetros y ha entrevistado a decenas de testigos y personas que
vivieron el periodo del maquis en busca de la tumba de Manolo. Ahora
tiene la certeza de que es el único enterramiento ubicado en el anejo
del cementerio de Beteta. El Ayuntamiento de la localidad conquense se
ha comprometido a facilitar la exhumación y está a la espera de un
último trámite judicial para autorizarla.
Por el camino, Carlos ha averiguado que su tío abuelo
no murió como dicen los informes oficiales en un enfrentamiento armado.
“Un pastor que vio el cadáver me explicó que al oír la voz de alto de la
Guardia Civil, Narciso se despeñó del risco en el que hacía guardia y
quedó malherido. Sus dos compañeros huyeron, pero él quedó tendido en el
suelo, donde fue rematado. Su cuerpo quedó allí abandonado hasta que
unos vecinos de Beteta lo recogieron y lo llevaron al cementerio a lomos
de un mulo”.
El documento definitivo para confirmar el
fallecimiento de Narciso Morón en Valsalobre –el cuerpo fue sepultado en
Beteta porque era el pueblo más accesible– procede de un informe de la
propia Guardia Civil. El texto señala como, tras ser detectados los
maquis, se organiza un grupo de fuerzas de seguridad y somatenistas que
se enfrenta “con los bandoleros y tras intenso tiroteo por ambas partes
da muerte a uno de ellos”, al que identifica como Manolo.
Las sierras situadas entre las provincias de Cuenca,
Teruel, Guadalajara, Castellón y Valencia se convirtieron a finales de
los años cuarenta del siglo XX en el principal escenario de la actividad
de la guerrilla antifranquista. El episodio de Manolo es indicativo de
una situación convulsa que impidió conocer el destino final de los
maquis fallecidos en el monte a sus familias. “Agustín, el único de los
cuatro hermanos de Narciso que sigue con vida –dice Carlos–, está muy
ilusionado con asistir a la exhumación del cadáver para su traslado a
Noguera”. Los sentimientos de los hermanos de Manolo han oscilado entre
las ansias de conocer cuál fue su final y el miedo a remover el pasado y
reabrir viejas heridas.
Una desaparición en manos de las Naciones Unidas.
La desaparición de Narciso Morón, huido en 1943 al
negarse a incorporarse al servicio militar –había hecho la Guerra Civil
con el bando republicano– y luego integrado en el maquis, ha sido
remitido al Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzosas de la ONU,
que ya investiga otra desaparición de un guerrillero antifranquista
turolense, Francisco Domingo, de Bronchales. En el caso de Morón, como
explica su sobrino–nieto Carlos Morón, la resolución del organismo
internacional llegará “tarde” porque la tumba ya ha sido identificada
con muy escaso margen de error en Beteta (Cuenca). Carlos explica que ha
trasladado el asunto a la ONU a través de la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica para que quede constancia ante la
Administración de la “inquietud que existe respecto a este tema”. Por
otro lado, la implicación de las Naciones Unidas acabará con los recelos
que todavía rodean las investigaciones sobre el periodo. “Mi abuelo
tenía miedo –recuerda Carlos– de involucrarme en este asunto por temor a
que me pasara algo por hurgar en el pasado”.
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