El cerco, nuevo drama político, fue escrito al filo mi
El cerco, nuevo drama político, fue escrito al filo
mismo de la noticia del acorralamiento y la muerte de Ernesto Guevara,
el “Che”, en la selva boliviana, a manos del ejército de ese país, en
octubre de 1967.
En un círculo cerrado por todas partes, sin más
salida que la huida vergonzosa y problemática o la muerte -una muerte
que, según ve el protagonista, puede servir de mucho- se encuentra
también el “Che” Guevara en la tragedia construida por Aub. Lúcido
redentor que se resiste a admitir que le ignoren sus presuntos
redimidos, que no estén a la altura de sus proyectos de redención. A
diferencia de las redenciones divinas, no es redimido social y
políticamente sino quien quiere y puede serlo. Guevara disiente de los
escasos supervivientes de su grupo, que comparten con él la encerrona y
el abandono. Al cura, derrotado por la misma civilización que lo está
dejando a él en la estacada, lo trata con el mismo despego consciente
con que el Cristo de los evangelios trata a Judas Iscariote; se enfrenta
al fotógrafo -un enviado del partido comunista- que tiene como misión
hacerle salir del atolladero y salvarlo para mejor ocasión. Seguirle
sería reconocer que toda su empresa había sido un puro error. Mide y
medita sus fallos, sin aceptarlos, y en cierto modo, asumiéndolos
también, busca las maneras de hacerlo fructificar: “Creo que si me
mataran, mi muerte sería más útil que mi vida. Me multiplicaría por cien
(…) Como mártir no estoy mal: todos se descubrirían ante mi cadáver y
serán capaces de hablar de San Martín y hasta de Bolívar. Será un paso
más”.
Aub nos hace sentir que el error de Guevara ha sido
llevar a un pueblo que ni siquiera ha recibido el mensaje cristiano, un
proyecto de redención humana que trasciende la trascendencia, una
redención de lucha y de trabajo que no pueden ni siquiera entender,
sometidos como siguen a las creencias de su religión precristiana y
hundidos en el embrutecimiento de siglos de esclavitud física y moral.
Otra vez, para Aub, se renueva aquí el problema obsesivo de la
incomunicación, pero esta vez no a nivel personal sino de una
colectividad. Debajo de todo el drama siguen corriendo las mismas aguas
subterráneas. ¿Cómo comunicará su mensaje, cómo se entenderá con unas
gentes que, salvo excepciones, ni siquiera entienden el idioma que él
habla? Así, inmediatamente después del tiroteo que acaba con él, cobran
todo su significado -precisamente el de no tenerlo para el espectador-
la voz indígena del campesino que invoca a su dios Viracocha. Por eso
las actrices-coro pueden decir luego: ¿Qué importa lo que digan estos
campesinos en su idioma? Están fuera. Lo más probable es que se alegren
de que todo haya terminado, de que los dejen en paz, a ser posible, para
siempre”.
Para dar mayor verosimilitud a la tragedia -podíamos
llamarla, no sin razones, “ceremonia de la incomunicación y muerte del
Che”-, las ocho actrices, que constituyen el coro trágico, leen
fragmentos del discurso de Fidel Castro en el que se da cuenta de lo
ocurrido a Guevara, en una especie de indagación sobre la marcha misma
del discurso, y el personaje del Che dice, en ocasiones, frases tomadas
de los textos mismos del Che histórico.
A pesar de haber sido escrito y publicado como canto
en su honor, la tragedia no fue nunca representada en Cuba. Lo intentó
Aub, como queda constancia en su diario Enero en Cuba. Al comienzo del
drama el coro ya advierte que la obra “no se atiene a la realidad, que,
naturalmente, el autor desconoce: ni entra a juzgar si el protagonista
tenía razón o no, pero enfrentándose al destino defendió a los
desposeídos, a los pobres, a los leprosos y a los humillados, murió fiel
a sí mismo, armas en mano, por ellos”.
En su última anotación de ese diario, comenta Aub
largamente:
Excelsior publica las declaraciones de tres
cubanos y dos bolivianos guerrilleros que acompañaron al Che y que
han podido escapar a Chile. Ratifican, punto por punto, El cerco. No
era difícil suponerlo aún con los pocos elementos con que contaba.
Pero ¿qué dirán Federico o José María? ¿Seguirán insistiendo en que
“las cosas no fueron así? “Que el Che no era así”. ¿Quién se lo
discute? Soy el primero en afirmarlo. Cuando supe que en el enclave
donde se encerró los indígenas sí hablaban español vi que no
cambiaba nada de la verdad de mi acto. Al contrario: -Los campesinos
no nos ayudaron- vienen a decir estos supervivientes. “Los
campesinos están siempre con el poder y la fuerza. Nosotros no
llegamos a la etapa de inspirarles respeto y adhesión”, declara
otro. No creo que la primera parte de la afirmación sea muy exacta:
no están “en contra” pero no “con”. No están nunca con nadie sino
con su tierra o en contra de ella si no les produce lo que
necesitan. “Arrancarle a la tierra su sustento” es cuento viejo.
El cerco es una tragedia ritual, en la que la acción
respeta y aun condensa las exigencias más estrictas del teatro clásico,
puesto que todo sucede en el transcurso de unas horas, desde el alba al
anochecer, en un solo lugar, y dramatizando una sola acción: el acoso y
muerte del héroe. Un coro comenta, lamenta y narra. Si esto no es
tragedia, vengan Aristóteles y Boileau y lo digan. Un héroe que, por
rara excepción en el mundo de hoy, se enfrenta al destino inescrutable
de los antiguos dioses.
|
Teatro que, como había empezado (“Todas las elegías
son cantos de esperanza” a la libertad y a la justicia para el hombre),
termina con el nacimiento de una leyenda sebastianista sobre el Che, en
la voz de uno de los supervivientes, que afirma enfebrecido:
“No se dejen engañar como niños! ¡Nada de la
historia de su muerte es cierto! ¡ Yo estuve con él por todas las
partes del mundo! ¡Yo lo juro! Yo lo he visto. ¡Doy mi vida por él!
(Transición). Pero no les diré dónde está (se lleva un dedo a la
boca) Chist... chist”.
Tal vez sea la ausencia de un antagonista lo que ha
preocupado a los críticos de la obra. En efecto, y dejando de lado la
cuestión de si Juan, el ex-sacerdote misionero, es o no delator, este
personaje resulta ser la contrafigura del Che: es, como él, un mensajero
de redención -de la cristiana- que ha fracasado, estrellado contra el
mismo muro de incomprensión
|
|
que ahora cerca al Che, dominado por la selva y embrutecido en
su propio fracaso.
Si Juan, a pesar de todo, no
quiere ser considerado como antagonista, tampoco los soldados que
ametrallan al héroe son más que la mano ejecutora. A nuestro entender,
la función de antagonista está representada en la escena por la escena
misma: esa selva americana, imagen de esa sociedad primitiva y
desconocida. Pues qué duda cabe que con la aceptación del Che y de su
mensaje por parte de la población indígena se hubiera derrocado el poder
de los antiguos dioses, la fuerza del destino, y la historia no hubiera
terminado así. La tragedia regresa aquí, no lo olvidemos, a sus más
antiguos orígenes griegos: a la ceremonia pública del suplicio infligido
a Prometeo, cuya falta fue querer iniciar a los hombres en los secretos
del fuego, es decir, de la libertad, frente a la tiranía inescrutable de
los dioses.
La Gavilla Verde
|