¿Qué daño me ha hecho, en nuestro mundo cerrado,
no ser de ninguna parte!
El llamarme como me llamo, con nombre y apellido
que lo mismo pueden ser de un país que de otro…
En estas horas de nacionalismo cerrado,
el haber nacido en París, y ser español,
tener padre español nacido en Alemania,
madre parisina pero de origen alemán y de apellido eslavo,
y hablar con este acento francés que desgarra mi castellano
¡qué daño me ha hecho!
Max Aub nació en París, a las doce del día 2 de junio
de 1903, en el número 3 de la calle Cité Trévise, pared por medio del
famoso music-hall Les Follies Bergères. Su padre, Friedrich Aub, nacido
en Munich (Baviera), de nacionalidad alemana, era mayorista de
bisutería. Su madre, nacida en París, oriunda de Sajonia, Suzanne
Mohrenwitz, era hija de comerciantes.
Su vida infantil transcurre entre París y una casa de
campo en Montcornet (Departamento de Oise). Desde los cinco años acude
al Colegio Rollin. La familia se había trasladado a un piso más amplio
del Faubourg Poissonière, nº 73. Tanto Aub como su hermana menor, Magda,
tuvieron ama de cría francesa e institutriz alemana. Aprendió a leer en
Les Miserables, la novela de Victor Hugo, por quien su madre tenía gran
admiración. A los once años, en 1914, además del Latín bien aprendido en
el colegio clásico, Max habla corrientemente el francés y el alemán, y
se interesa por el español porque ésta es la lengua en que sus padres se
comunican cuando no quieren que nadie, incluyendo los niños, se entere
de lo que hablan.
Cuando estalla la guerra entre alemanes y franceses,
toda la familia resulta estar en peligro y dividida. Su padre estaba de
viaje por España, y concretamente en Cádiz. Por haber conservado el
padre su ciudadanía alemana, se convierten todos, de la noche a la
mañana, en enemigos. Se manda aviso a España para que el padre no
regrese. Corría el mes de agosto y los Aub estaban veraneando en
Montcornet. Mientras se libraba la batalla del Marne, y sin poder pasar
por París a recoger lo más preciado, Suzanne Mohrenwitz, con su madre
Luisa y sus dos hijos viajan hacia España en un largo, penoso recorrido
por ferrocarril que duraría ocho días.
Por razones de gran amistad con uno de los clientes
del padre, van a instalarse en Valencia. El padre tuvo que volver a
empezar, poniéndose como viajante al servicio de un almacén de bisutería
y quincalla de Sevilla. Los niños hubieron de adaptarse al nuevo
entorno. Sólo la frecuentación de la Alianza Francesa de Valencia, a la
que les envían hasta el ingreso en el Instituto, les permite realizar
una transición idiomática no demasiado brutal. En el Instituto Luis
Vives cursó Max el bachillerato, frecuentando también la Escuela
Moderna, única institución laica en aquel tiempo y lugar, por decisión
de los padres que, a pesar de ser ambos de estirpe judía, no practicaban
ninguna religión.
Los indudables esfuerzos de Aub adolescente para
adaptarse en el nuevo medio, unidos a su previa percepción infantil del
castellano como lengua secreta de sus padres, debieron de contribuir a
que Aub no sintiese la menor inclinación a utilizar literariamente las
lenguas de su infancia.
Al término de sus estudios de bachillerato en 1920,
Aub renuncia a la Universidad, a la que su padre le proponía ir, para
dedicarse a ayudarle en un trabajo que él imaginaba-como así fue-un modo
de integrarse más profundamente en la diversidad de la vida cotidiana
española. Si bien su vocación literaria estaba ya bien definida y su
futuro como escritor decidido, entrar en la Universidad no le atrae,
pues sabe por los amigos lo poco que puede esperar de las enseñanzas de
lengua y literatura que entonces impartían en la Universidad de
Valencia. Escogió, pues, la escuela de la vida, pretendiendo alcanzar un
doble objetivo: adquirir una cierta independencia económica que le
permita satisfacer su pasión por la lectura, y tener un trabajo que le
facilite los contactos humanos y le vaya revelando su país de adopción.
Max, además de sentirse siempre como un escritor en
ciernes, y estar suscrito a las revistas literarias francesas, belgas,
alemanas e italianas de vanguardia, en el otro medio año en que el
trabajo no le obligaba a viajar, podía dedicar más tiempo a frecuentar
los medios literarios, a leer y a escribir. Ya durante el bachiller
había escrito poemas en prosa, y esbozado algunos dramas.
Apenas iniciado su trabajo de viajante, coincide en
1921 en un hotel de Gerona con Jules Romains, dramaturgo y novelista,
figura central del movimiento literario unanimista francés. De este
encuentro saca, además de un gran estímulo vocacional, una tarjeta de
presentación para Enrique Díez Canedo. La utilizó en diciembre de 1923
en su primer viaje a Madrid. Díez Canedo le presentaría a los que serían
sus nuevos amigos en Madrid, hasta su salida de España, y más tarde
compartirá con la mayoría de ellos la derrota y el exilio: entre los
mayores, Luis Araquistain, Manuel Azaña, Ramón del Valle-Inclán,
Cipriano Rivas Cherif. Entre los jóvenes, Paulino Masip, Pedro Salinas,
Jorge Guillén. Aub no sólo frecuentó desde entonces las tertulias
madrileñas, y se relacionó con todos sus compañeros de generación, sino
que fue regularmente contertulio en las reuniones barcelonesas en torno
al escritor Luis Santamarina, en el desaparecido café El Oro del Rhin y
colaboró en la revista Azor, que Santamarina dirigía. Guillermo Díaz
Plaza ya reseñó antes del 36 el primer estreno teatral de Aub, -la
traducción catalana de El desconfiado prodigioso, por Millás Raurell- en
Vilafranca del Penedés.
En 1923 sucede el golpe de estado del general Primo
de Rivera. Éste suspendió las libertades constitucionales e instauró una
primera dictadura. Los escasos intelectuales que se enfrentaron
abiertamente a ella, como Miguel de Unamuno, sufrieron el destierro o la
cárcel.
En 1924 Aub realiza, por cuenta de su padre, un viaje
de tres meses por Alemania, con el fin de conseguir exclusivas que
permitan al negocio familiar independizarse. Por descontado,
aprovecharía el viaje para empaparse del expresionismo alemán,
movimiento de vanguardia caracterizado por una actitud satírica y que
tiene evidentes relaciones con lo que será el esperpento de
Valle-Inclán. A partir de su vuelta de Alemania los viajes de Aub como
representante comercial se extienden a todo el ámbito peninsular, hasta
las vísperas de la guerra civil. Largos periplos que realiza tres veces
al año, y que compagina con viajes a París y uno, importantísimo, en
1933 a Rusia, para ver teatro. Desde 1925 colabora en diferentes
revistas de la vanguardia: Alfar, de La Coruña; Carmen, la revista de
Gerardo Diego; la barcelonesa Azor; Verso y Prosa de Murcia; Murta de
Valencia; Isla de Cádiz; La Gaceta Literaria de Ernesto Giménez
Caballero en Madrid y, evidentemente, La Revista de Occidente, como
creador en prosa y verso, y como crítico.
Se casó en la Iglesia de San Andrés el 3 de octubre
de 1926 con Perpétua Barjau Martín. De este matrimonio nacieron tres
hijas, todas en los años anteriores al exilio.
En estos años de primera dictadura escribe y publica
Aub relatos -"Caja"-, novelas cortas- Geografía, Fábula Verde (traducida
en 1936 al francés)- y sus primeras obras de teatro. Nada en ellas
refleja la actitud ciudadana de Aub, que en 1929 ingresaba en el Partido
Socialista Obrero Español. Ya en 1930 tenemos una muestra de las
preocupaciones políticas y sociales de Aub en una conferencia que
pronunció en la Casa del Pueblo en Madrid el cinco de febrero, titulada
"La gran guerra y el socialista". Poco después ocurría la caída de la
monarquía y la proclamación de la segunda república española el 14 de
abril de 1936.
En julio de 1936, Aub estaba ya bien situado en la
pista cerrada del campo literario español para desempeñar un papel de
primera fila en la carrera de las letras entre los mejores de su
generación. Lo que vino después fue sin duda la mayor catástrofe humana
del siglo XX en España, desencadenada por el pronunciamiento de la
mayoría de los militares profesionales, aliados a las fuerzas políticas
de la derecha antirrepublicana. La inesperada reacción que encontrarían
hizo que el golpe, calculado para resolverse en unas horas, degenerase
en una cruenta guerra civil de casi tres años, que terminaría con el
triunfo de las fuerzas del "alzamiento".
La sublevación del 18 de julio le sorprendió en
Madrid, pero ya a fines de julio estaba en Valencia, donde se hizo
cargo, por el partido socialista, desde el 30 de julio, de la dirección
de periódico Verdad, en el que fugazmente quisieron cooperar el P.S.O.E.
y el Partido Comunista. También colaboró en El Socialista por aquellos
días, de manera anónima. En Valencia, como director del teatro
universitario "El Buho", Aub, entregado de lleno a la defensa de la
República, dirigió obras de circunstancias, algunas escritas por él, así
como un entremés de Alberti. Volvió a Madrid en noviembre, asistiendo a
los primeros episodios de la defensa de la capital frente al avance de
las tropas rebeldes, que luego narraría en su novela Campo Abierto.
Acompañaría luego, a fines de 1936, a Luis
Araquistain, embajador en París, como agregado cultural, colaborando en
la organización del pabellón español para la Exposición Internacional de
1937, construido por Sert y Lacasa. Regresó a Valencia en 1937, siendo
nombrado secretario del Consejo Central de Teatro, presidido por Josep
Renau. Colaboró durante todo 1938, como ayudante de dirección y
traductor del guión al español, con el escritor francés André Malraux en
la filmación de Sierra de Teruel, un filme basado en un episodio de la
novela L'Espoir y salió de España por la frontera catalana rumbo a
Francia. Pero el 5 de abril de 1940, ingresa Max Aub en el estadio
Rolland Garros de París, transformado en campo de internamiento
provisional. Empezaría el calvario de Aub en Francia, víctima de una
denuncia, falsa por diversos conceptos, que lo arrastró por cárceles y
campos de concentración, con breves interludios, hasta el 10 de
septiembre de 1942. De esta experiencia nacería su novela Campo Cerrado.
En Francia llegaban las sucesivas detenciones y su internamiento en los
campos de concentración (Rolland Garros, Vernet... hasta el definitivo
de Djelfa). De esos años datan los poemas de su libro de poemas, Diario
de Djelfa, grandioso fresco poético de sus vivencias y de la reciente
guerra española.
Tras una complicada huida, consigue llegar en octubre
de 1942 a México. En 1943 se afilia al Sindicato de Trabajadores de la
Industria Cinematográfica, y en 1944 es nombrado secretario de la
Comisión Nacional de Cinematografía. Escribe intensamente completando el
ciclo novelístico de El laberinto mágico, publica poco y con muchas
dificultades. A fines de enero de 1947 el Instituto Nacional de Bellas
Artes de México le nombra Consejero de la Comisión de Repertorio del
Departamento de Teatro, cargo efímero. Colabora en la prensa mexicana de
los años cuarenta y como guionista de cine, trabajando en varias
ocasiones con Luis Buñuel. Colabora con grupos de teatro de aficionados
y sigue escribiendo mucho. Se nacionaliza mexicano en 1955 y a partir de
1954 puede viajar a Europa con una acreditación del gobierno de México.
Posteriormente, fue profesor de filmografía en el Instituto
Cinematográfico de México, de historia del teatro en la Universidad
Autónoma de México, y asesor técnico de la Comisión de Cinematografía.
Pero su obra literaria es ingente, editada en España antes de 1939 y
después en México, hasta finales de los años setenta, en que empieza a
publicar en nuestro país con una cierta normalidad no exenta de censura.
En la última década de su vida fue director de la
Radio Televisión de la UNAM (1960-1966), lo que le procuró la
oportunidad de algunos viajes por Europa, que son también los años en
que idea y edita la revista Los Sesenta. En 1969 asiste al Primer
Congreso de Intelectuales en La Habana, experiencia de donde resultaría
su diario Enero en Cuba. Su primera vuelta a España data de un breve
viaje efectuado entre agosto y noviembre de 1969, con la experiencia
ingrata de que la España que había mantenido viva en sus recuerdos del
exilio había desaparecido definitivamente: La gallina ciega es la
historia de ese doloroso desencuentro. Aub disfrutó de otra estancia en
1972, en donde pudo volver a ver y despedirse de muchos viejos amigos.
Tras pasar unos días en París y en Inglaterra (con una de sus hijas y
sus nietos), la muerte le sorprende en su casa de Ciudad de México el 22
de julio de ese mismo año. Según testimonio de su hija Elena, recogido
por Ignacio Soldevila, Aub fue sepultado en el Cementerio de los
Españoles al día siguiente, en un espacio rodeado entre tumbas de niños.
En su testamento rogaba que no se le pusieran flores ni se pronunciaran
discursos, y su voluntad fue respetada. Como casi todo, la noticia llegó
tarde a España y, penúltima ironía valenciana entre otras muchas, en
Valencia su muerte pasó desapercibida por el jolgorio de la
multitudinaria Feria de Julio.
La Gavilla Verde
|