INTERVENCIÓN DE MIGUEL NÚÑEZ EN LAS III JORNADAS EL MAQUIS
EN SANTA CRUZ DE MOYA, CRÓNICA RURAL DE LA GUERRILLA ESPAÑOLA.
Sesión inaugural. 4 de octubre de 2002.
REPÚBLICA, GUERRA Y FRANQUISMO EN EL MEDIO RURAL.
Buenos días a todos. Estoy aquí, por lo visto,
representando a los resistentes. En esta sala hay muchos que podrían
hacerlo como yo o mejor. Quería empezar por ahí. En segundo lugar, decir
que estoy emocionado con el trabajo que realiza la Gavilla Verde, estos
chavales de los que me honro ser su amigo y también me emociona este
pueblo, su alcalde y los proyectos que están haciendo. Saludo
particularmente a los historiadores que ahora se ocupan profundamente en
muchos sitios de estos problemas y me parece muy bien, pero lo tienen
muy duro.
Tengo la impresión que para hacer un verdadero
retrato de lo que ha sido la represión y los años de dictadura
franquista haría falta que pudieran tomar la palabra todos los que la
sufrieron de un modo o de otro: los que murieron, los que estuvimos
encarcelados, los que estuvimos en la clandestinidad, los que estuvimos
en la guerrilla, todos. Sólo así, y esto es imposible, se podría
restituir plenamente la verdad histórica. Sin embargo, una aproximación
a la verdad, sí que se puede conseguir y, sobre todo, conseguir que no
se falsee la realidad histórica, que es lo que importa, es lo que pido a
los intelectuales, a los historiadores, a los cineastas, que están
trabajando alguno de ellos en esa dirección: que no se pueda falsear la
realidad histórica, y que ésta se vaya restableciendo, en la medida de
lo posible.
Soy un cocodrilo viejo, pues nací en el año veinte y
tuve la suerte de vivir los años de la República, los de la Guerra Civil
y también la suerte, porqué no decirlo, de vivir los años de la lucha
contra la dictadura. Y quisiera decir que algunas cosas antes de
adentrarse en el tema para el que se ha convocado esta mesa: la vida
rural en aquélla época.
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Hasta 1931 el peso de la monarquía autoritaria, de la
dictadura del general Primo de Rivera, padre de José Antonio, el peso de
la Iglesia terrateniente, de los terratenientes de la Iglesia, de los
militares africanistas habían creado una opresión sobre la sociedad
española muy difícil de superar. Y, entonces, se produce un fenómeno
histórico del cual se ha hablado aquí, de sus raíces; y es que se
celebran elecciones municipales, no de sistema, municipales, y es tan
abrumador el resultado, el triunfo de las fuerzas populares y
democráticas, que el rey se tiene que marchar. La monarquía cae sin que
esté en juego el régimen monárquico; en aquél momento no lo estaba. Y el
rey se marcha, corriendo, olvidándose la familiar, por ejemplo; pero el
pueblo español le manda la familia al exilio dorado y aquí no ha pasado
nada. Hoy nos encontramos de nuevo con la monarquía preparada por el
General Franco, siguiendo la Ley de Sucesión. Sobre la Transición, ahora
no es objeto de mi intervención, pero algo quiero decir: según el
historiador Gabriel Jackson , la Transición fue una trampa contra la
memoria histórica y, por tanto, se trata de recuperar lo que se ha
ocultado tantos años.
Hay tantas cosas para contar. Por ejemplo: puedo
admirar mucho el papel de los guerrilleros en el monte, pero los
guerrilleros en el monte, en la ciudad, las organizaciones en la lucha
clandestina contra la dictadura no hubieran podido subrevivir sin el
apoyo del pueblo, a pesar del miedo y, como hay que centrarse en algunas
cosas, hay tantas, me voy a referir a los campesinos en las áreas
rurales, a pesar de que no es lo que más he conocido.
En los primeros años de la dictadura, huyendo de
Madrid, a través de un amigo maravilloso, Estéban Díaz, que había sido
el responsable sindical en el Metro de Madrid, voy a Cazalla de la
Sierra, al pantano del Pintado. En este pantano había unos seiscientos
campesinos sin tierra que trabajaban en las condiciones más horribles
que os podáis imaginar. Sin medidas de seguridad, todos los días había
muertos... Sólo tres edificios se alzaban en las inmediaciones del
pantano: el cuartel de la Guardia Civil, una capilla y el economato
donde se daba crédito sobre el salario de miseria a los campesinos.
Éstos y sus familiares vivían en lo que se llamaban “las cuevas”, que
eran unos agujeros hechos en la tierra. Veías a una mujer campesina y me
preguntaba mi compañera de entonces, Tomasa Cuevas, que trabajaba con
ellas cuando estuvimos allí: ¿cuántos años te parece que tiene esa
mujer?. Respondí: cincuenta. No, tiene treinta. Y así sucesivamente. En
un momento dado, yo era el contable en el economato, el señorito mandó
al cabo de la Guardia Civil a las cuevas porque robaban sacos de cemento
de Agromán, que era la empresa que construía el pantano. Y el guardia
civil, que tenía fama de ser un malvado, volvió y le dijo al “señorito”;
“Don Javier, si quiere los sacos suba usted a por ellos; yo no los
traigo porque es donde duermen los niños y los viejos”. Era esa la
situación, y en tres meses conseguimos una organización en la que
participaban un número importante de campesinos, y nos tuvimos que ir,
afortunadamente con tiempo, porque la gente trabajaba muchísimo y comía
poco, y cuando iban al economato y se tomaban un vino contaban que se
estaban organizando y que se había repartido propaganda clandestina, y
llegó a oídos de la Guardia Civil, por lo que tuve que marcharme a
Sevilla. Un médico, que de vez en cuando venía al pantano, generalmente
para certificar las defunciones de los trabajadores en accidente, me
explicó que el 60% de los niños que nacían en las cuevas morían antes de
cumplir un año.
Esa era la situación que yo conocí de los campesinos
andaluces.
Después, a causa del “turismo clandestino”, marché al
País Vasco y pude conocer las condiciones tan difíciles en que vivían
los obreros en la zona de la ría de Bilbao, en Eibar y otras
localidades. Allí organizamos, por grupos de empresa, a bastantes
trabajadores. Más tarde me desplacé a la zona de Tarragona, allí conviví
con los trabajadores del campo, con los maestros y algunos artistas. En
el centro de lectura de Reus se realizaba por aquellos años, 1947-1948,
una importante actividad de propaganda y editábamos un boletín que se
titulaba “Información Radio España Independiente”. Trabajé en un gran
almacén que exportaba vinos al extranjero y conocí también al
propietario y otros empresarios nacionalistas que sabían lo que hacíamos
y nos protegían.
Cuando estuve condenado en el penal de Ocaña tuve
ocasión de convivir con personalidades republicanas, entre ellos Miguel
Hernández, nuestro gran poeta, que era el profesor de los grupos de
jóvenes presos. En Ocaña conocí la situación de los campesinos de la
zona de Toledo, que habían trabajado con entusiasmo en las cooperativas
agrarias, que se constituyeron cuando la II República hizo la reforma
agraria. Muchos de ellos fueron fusilados, y otros muchos que yo conocí
entonces condenados a largos años de prisión, simplemente por ser los
dirigentes o miembros de las cooperativas.
En el penal de Ocaña había, por aquellos años, un
cura, capellán de la prisión, verdadero verdugo que se ensañaba con los
presos y sus familias. En la clase de literatura que nos daba Miguel
Hernández se compuso el siguiente poema, que por sí solo explica la
calaña de este personaje.
Muy de mañana, aún de noche, Antes de tocar diana,
Como presagio funesto Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche Menos negro que su alma El cura
verdugo de Ocaña!
Llegó al pabellón de celdas, Allí oímos sus
pisadas Y los cerrojos lanzaron Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!” Cobarde y cínico al tiempo Tras los
civiles se guarda, ¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma El cura verdugo de Ocaña!
Los civiles temblorosos Les ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van, Gigantes de un pueblo
heroico, Camino de Yepes van. Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás, Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche Menos negro que su alma El cura
verdugo de Ocaña!
Diecisiete disparos Taladraron la mañana Y
fueron en nuestros pechos Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz Y en la “star” ya descargada.
Menos negro que su alma El cura verdugo de Ocaña!
EL CURA VERDUGO DE OCAÑA.
PRISIÓN DE OCAÑA, 1941. (En la clase de Miguel
Hernández).
Cabe decir que no sólo ha habido curas verdugos, como
éste de Ocaña, hubo sacerdotes, incluso congregaciones religiosas en el
País Vascos y en Cataluña en la Abadía de Montserrat que prestaron una
gran ayuda a los presos y sus familias.
No quiero extenderme más y termino recordando unas
palabras del comunista checo Julius Fuccis, que cuando los nazis
invadieron Checoslovaquia, antes de ser ahorcado, escribió un hermoso
poema “Hombres, ¡alerta!”, en el que llamaba a defender la humanidad,
los derechos del hombre frente a la barbarie fascista.
Hoy también hay que gritas: hombres, ¡alerta!. De
nuevo la humanidad está amenazada por la cúpula gobernante de los
Estados Unidos y de las multinacionales que representa, que pretenden
llevar a los pueblos a una guerra universal. La Oficina de Presupuestos
del Congreso de EE.UU. acaba de publicar un informe donde, se calcula,
que serán necesarios entre mueve mil y trece mil millones de dólares al
mes para hacer la guerra a Irak, y que, como es lógico, si esta se
prolonga en el tiempo y exige una ocupación del territorio iraquí el
coste se elevaría a no menos de doscientos setenta mil millones de
dólares. Mayor Zaragoza, que no es un hombre al que se pueda acusar de
extremista, dice que con la mitad de ese dinero se podría terminar con
el hambre en el mundo y en los propios EE.UU. Mientras se realizan y
proyectan estos enormes gastos de guerra, que enriquecen a los
poderosos, más de dos mil millones de seres humanos viven bajo la
pobreza, y en los propios EE.UU. se calcula en treinta y tres millones
los pobres “absolutos”. Aquí en España, al frente de nuestro gobierno,
tenemos a un complaciente servidor de los belicistas norteamericanos que
ofrece las bases territoriales, el pleno apoyo e, incluso, la sangre de
los españoles, para apoyar los planes demenciales de los terroristas de
estados norteamericanos. Ayer subsistimos y vencimos al fascismo de
Hitler y Mussolini, a la dictadura franquista, oponiéndonos a sus
desmanes, hoy, para salvar al mundo hay que oponerse a estas nuevas
formas de fascismo, de explotación de la humanidad.
Estas jornadas no tienen que servir para mirar hacia
atrás, sino, con decisión, mirar hacia adelante y luchar para impedir la
gran tragedia con que se nos amenaza.
Este es el deber de todos nosotros.
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