Polémica [POLEMIK] 

Anexo 11: Pasajes extraídas del libro “Bandolerismo Contemporáneo” escrito por el
Coronel de la Guardia Civil D. Antonio Díaz Carmona (Editorial COMPI, año 1969)

Manuel Pérez Cubero.


Al amparo del terror impuesto por las partidas, el nuevo delincuente pone en práctica procedimientos similares y comete delitos que a veces parecen cometidos por aquéllos, mientras que su autor duerme tranquilamente en su casa, porque resulta, en efecto, natural que todas las fechorías de este tipo se les atribuyan a los bandoleros. Tanto es así, que a veces pasa mucho tiempo sin que nadie piense que puedan ser otra clase de maleantes.

La sorpresa es cuando, al ser detenido alguno de los forajidos en acción en la sierra y se le empieza a preguntar sobre delitos acaecidos con anterioridad, se comprueba que las partidas nada tuvieron que ver con tal o cual caso, algunos, incluso, seguidos de asesinato.

En lugares donde hubo organizaciones guerrilleras, el número de malhechores espontáneos de la clase de que venimos tratando fue a veces superior al de los bandoleros en acción.

Muchos son los casos que podríamos citar, apropiados al caso que nos ocupa, pero el que sigue es el que consideramos mejor, más completo como expresión clara de un 'reflejo delictivo, cuyo origen fue el bandolerismo existente entonces en la zona que fue teatro de un crimen repulsivo y llevado a cabo por dos desalmados, más criminales que los bandoleros mismos.

En la zona de Alhama de Granada, en fin del año 1951, existían restos de una organización de bandoleros. La cuantía y gravedad de sus crímenes es grande, pues están virtualmente eliminados, y los pocos que quedan necesitan dinero para desaparecer, definitivamente, de la sierra. Los secuestros se suceden. El último ha sido seguido de asesinato, dentro del término municipal de Ventas de Zafarraya, pequeño pueblo en las proximidades del límite de las provincias de Málaga y Granada y al sur de esta última. La gente de los contornos está fuertemente impresionada. Y, al poco tiempo, dos meses después, otro secuestro. Desaparece un joven, hijo del dueño de una industria importante de la localidad.

Los hechos acontecen de la forma siguiente: Sobre las nueve de la noche del día X, un Individuo, tratando de fingir otra voz, se aproxima a la casilla en que habita un empleado del padre de la víctima, y, a través de una ventana exterior, dice: “Tenemos secuestrado al Fulano; aquí, en la puerta, le dejo su bicicleta; dígale al padre que lleve personalmente o mande setenta y cinco mil pesetas, saliendo el portador a las doce en punto de la noche de la fábrica con la bicicleta y con el farol encendido por la carretera y con dirección a Alhama, y que tenga mucho cuidado en no denunciar. Que su hijo quedará en libertad tan pronto recibamos el dinero, y que de no recibirlo antes de la una, no volverá más”.

Se denuncia el caso, se montan los servicios, se deja en libertad de entregar el dinero al padre, cumple éste puntualmente lo exigido por los autores del secuestro, reciben éstos el dinero sobre las doce y cuarto de la noche, cuyo paquete hicieron tirar en un campo de trigo, a unos trescientos metros del punto de partida, y a pesar de que las patrullas de la Guardia Civil cubren todas las salidas posibles, no hay encuentro con los secuestradores ni son vistos, pero el secuestrado no aparece aquella noche, ni al día siguiente, ni nunca.

Desde el primer momento se apreció que los criminales no eran bandoleros, sino otra Clase de maleantes y que conocen perfectamente a los habitantes de la fábrica y los alrededores, y, por lo tanto, deben ser vecinos del mismo pueblo, y toda la actuación de la fuerza se inspiró en este convencimiento.

Los autores no podían ser bandoleros, sencillamente por el medio empleado. Ni la luz para percibir la salida y marcha del portador del dinero, ni la carretera como itinerario a seguir por éste, la distancia a que le salieron en paraje corrientemente muy transitado, confirmaba de manera terminante que no se trataba de bandoleros. Además, la única partida que podría haber cometido hechos de esta naturaleza se sabia, con fundamento, que se hallaba en aquellos días en la parte recayente al mar, del término de Torrox (Málaga).

La víctima fue secuestrada cuando, desde un cortijo de las afueras del pueblo donde vivía la novia, se dirigía a su propia casa, como de costumbre, a la caída de la tarde.

Días después apareció el cadáver del secuestrado en una cueva; pero las gestiones inmediatamente seguidas no dan luz ninguna. Como consecuencia de ellas, se detiene a nueve atracadores de aquellos contornos, se declaran autores,) incluso, de varios secuestros anónimos, etc.; pero de éste no dicen nada, negando su participación. Llega a creerse que entre éstos están los autores, pero nada declaran.

No cesan, sin embargo, las Investigaciones en el pueblo de Ventas, y al cabo de un año y cuatro meses son descubiertos y detenidos, convictos y confesos, los dos autores, gracias a la sagacidad de una contrapartida tenaz ya prestigiada.

El hecho lo realizaron como queda dicho; pero inmediatamente después de coger su presa, le dieron muerte y dejaron su cuerpo donde después fue hallado. Por lo tanto, pudieron, más tarde, hacer su vida normal, saludar a los amigos habituales, etc.; después dieron el aviso en la ventana de la fábrica, y más tarde acudieron por el dinero, regresando a sus casas, y al día siguiente acudieron al trabajo como de ordinario.

Ningún rastro dejaron de su actuación.

¿Que por qué no se marcharon a la sierra a unirse a los bandoleros? Pues porque ya no habla partidas. Quedaba sólo una, que poco después de este crimen cayó. Si hubiese sido un año antes, si se hubiesen marchado, pero ellos ya sabían que en la sierra no tenían nada que hacer. Creían con toda firmeza que este asesinato se achacaría a “los de la sierra”, y, por lo tanto, que nadie les molestarla y quedaría perfectamente impune.

La lección esta clase de aprovechados aprendices fue para ellos la mejor de todas, y en una amplía extensión se quedaron quietos por mucho tiempo. (N. del A).